La Palabra: el rostro femenino de Dios

ABASI Y ATAI  

Cada historia tiene sus encantos.

Algunas, al hechizarte, te despojan de una parte, otras te completan, pero todas, de alguna u otra forma, te cambian

Existen relatos que eligen guardarse en la memoria, anclarse para aparecer como ráfagas en el momento justo que se las necesita.

No me voy a cansar de decirlo, las historias tienen una magia especial, un poder que no llego a comprender de forma consciente, pero siento, y tengo completa certeza, de que algo dentro de mi entiende el mecanismo de relojería que son sus misterios.

Los hechizos están hechos de palabras al igual que los cuentos, por eso te invito a cerrar los ojos y a dejarte llevar por la voz, y vivir este pequeño relato de un pueblo del continente africano, llamado Efik. Este cuento se titula: “Cómo se pobló el mundo”, a continuación te comparto el video con su lectura:



Leyenda: Cómo se pobló el mundo

Durante días esta historia estuvo dando vueltas por mi mente, mi cuerpo y mi espíritu. Había algo en ese final tan particular. Se que todo cuento tiene distintos niveles de entendimiento. Se que ese mismo entendimiento es subjetivo y que los cuentos resuenan con cada uno de nosotros en una perfecta armonía que es íntima y única. Porque con el tiempo nosotros cambiamos, al igual que la forma en la que percibimos y sentimos las historias.

Pues este relato fue una invitación hacías sus misterios. 

La piedra (que es como denomino a la literalidad del texto) se transcribió en mi interior como una danza entre Abasi y Atai. 

Sentía que los dioses Efik me estaban queriendo decir algo. ¿Pero qué era?

Cuando preparo un cuento para una narración, usualmente, luego de los tecnicismos, como el análisis de los personajes, las situaciones, etc., ingreso a una etapa que yo llamo “rumear”. Así como los rumiantes mastican sus plantas predilectas, yo ando con el relato de un lado al otro tratando de que cada parte de si se me quede impregnada en el ser. Y ¿para qué hago esto?, para que cada vez que narro, Florencia no exista y sea solo cuento.

Pues bien, esta historia del pueblo Efik se me quedo pegada y mi anatomía mental entro en el proceso de “rumiar la historia”, pero no para ser narrada sino para ser descifrada.

El proceso por el cual intento "descifrar" o "develar"  los misterios de un cuento consiste en el estudio simbólico de sus partes y en el análisis comparativo con otras historias. Estas ultimas no poseen correlación temporal ni espacial, en algunos casos. Pero considero que, las estructuras mentales dadas por la madre naturaleza a nuestra especie son las mismas en todos los tiempos de nuestra historia; por ello, el "secreto" puede ser fácilmente develado a través de lo expresado por las distintas voces de los pueblos y culturas del mundo. Debido a esto no me limito solamente a cotejarlos con nociones psicológicas, mitologías, leyendas o cuentos, sino también a comparar el relato con conceptos filosóficos y estudios teológicos. Es importante remarcar que las opiniones y/o conclusiones a las cuales arribo no son deterministas; están construidas por mis conocimientos, al momento de hacer el análisis, y por la relación psíquica producto de mi interacción con los símbolos que logro vislumbrar en la leyenda que nos convoca.      

La intención con este trabajo de El cuento y sus símbolos es mostrar la plasticidad a la que pueden ser sometidos los relatos: los cuales pueden ser analizados desde una perspectiva simbólica, a la par que pueden servir como herramientas de inspiración, de conocimiento y de autoconocimiento

Sin mas nos adentramos en esta aventura de descubrimiento.

Análisis simbólico   

Cuando comenzamos a leer la historia, el relato nos cuenta que Abasi, el Dios, “se levanta” y luego “se sienta”. Esta introducción podría buscar que el lector centre su completa atención sobre él y, también, marcar la relevancia jerárquica de la divinidad. 

Una posibilidad es imaginar que Abasi se encontraba sentado previamente a levantarse, lo que reforzaría su imagen de poderío. Y si consideramos esto último como una posibilidad, nos preguntamos: ¿sentado dónde?

El trono, en los cuentos, los mitos, las leyendas, y en lo cotidiano, tiene un marcado simbolismo. Reyes, gobernantes, jueces, tiene su asiento especial; Dioses como Yahve, Allah, Odín, Zeus e incluso Buda, entre otros, poseen su trono.

El trono es gobierno, centro, mando, poder y en algunas religiones puede ser visto como una reducción del cosmos, es decir, el trono de la divinidad sería el universo, que se manifiesta y florece. El trono, en este último contexto, poseería el símbolo del todo.

Si consideramos que Abasi se levanta de su trono y luego toma asiento para empezar a crear, no solo la imagen de su poder se refuerza, sino que también incrementa su potencial creador, ya que el trono contiene al universo entero.

Pero la historia nos dice que Abasi se levanta. Los hechos del relato son simples: Abasi se levanta, se sienta y crea. El trono es solo una construcción de mi inquieta imaginación que busca develar los secretos de este relato. 

Entonces: ¿Qué pasaría si Abasi no estuviera sentado, sino durmiendo?

Dentro de las escuelas de filosofía de la India, se habla de que el universo, y todo cuanto existe, está compuesto de tres cuerpos. El cuerpo denso, el sutil y el causal. La conciencia en vigilia sería una forma sencilla de entender al cuerpo denso; la conciencia en estado de sueño con ensueño, sería una forma de expresar al cuerpo sutil (en este aspecto del universo se encuentra: la mente, la razón, la memoria, la inteligencia, las ideas, etc.); y por último el cuerpo causal estaría relacionado con la conciencia en estado de sueño sin sueño o sueño profundo, es decir, sin actividad mental.

Ahora bien, si Abasi estaba durmiendo y se despierta o levanta, quiere decir que el universo material, el que estudia la ciencia formal, que dentro de la filosofía de la India se encuentra en el cuerpo denso, se crea. Ya la imagen del trono se pierde, y el refuerzo simbólico de poder se diluye en el océano de la mente. En este último caso, lo único que se fortalece es el símbolo de  la creación. El despertar como un nuevo comienzo, un nuevo amanecer.

“Abasi, se levanta, se sienta y crea las cosas superiores e inferiores”

El relato continúa con la creación de Abasi, pero también señala que la humanidad no fue creada por él, ya que todos los seres humanos vivían “arriba” (que más adelante descubrimos que es el cielo), en el exilio, en su ciudad, y que compartían la mesa con la divinidad.

Esta imagen me dejo pensando, ¿será acaso que el símbolo de esto es que los seres humanos y los dioses tiene una naturaleza similar?

Para algunas escuelas de la India, el Universo y los cuerpos que lo componen provienen (más precisamente son proyectados) desde una entidad (que en realidad no lo es) que se encuentra más allá del tiempo y el espacio, que se denomina Brahman. 

Conceptualmente Brahman, es muy parecido al Tao (incluso en el hecho de que ambos no pueden ser entendidos de forma conceptual). El Tao carece de forma y de nombre, no puede ser explicado (es demasiado abstracto y no esta condicionado) y por ello el filósofo Lao Tze eligió llamarlo Tao, así como podría haberlo llamado de cualquier otra forma.  

Tanto el Tao como Brahman conforman todo cuanto existe.

Ahora tomemos a este último. 

Dentro de la India existen un montón de dioses, que si bien para sus devotos son tan reales como ellos mismos, para otros son tan irreales como ellos, ya que todo es Brahman. En conclusión, los dioses, los seres humanos, los animales, las plantas, etc., todo es aquello que está más allá del espacio y el tiempo, más allá de los tres cuerpos que conforman el universo.   

Siguiendo esta línea de pensamiento, será que el pueblo Efik, o más precisamente Abasi y Atai, su consorte, la Diosa, ¿están diciendo en este relato lo mismo que aquellos que argumentan que todo es Brahman? Es decir, ¿que los dioses y los hombres son iguales?

Otra parte de la historia que me aguijoneaba la curiosidad era cuando al momento de celebrar la comida, Abasi y la humanidad escuchan a Atai pronunciar palabras.

No sé a vos que me lees del otro lado, pero a mí me sucede que cuando pienso en “la palabra” automáticamente se dibuja en mi mente la Biblia, más precisamente el Genesis y el Evangelio según el apóstol Juan. 

Cito:

“En el principio creo Dios los cielos y a tierra. Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas. Y “dijo” Dios: Sea la Luz y fue la Luz.

Genesis 1-3

“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por el fueron hechas, y sin el nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella.”

El Evangelio según Juan 1-5


Como se puede observar en el Genesis, se describe la creación del caos como inicio de la existencia del universo, y el uso de la palabra por parte de Yahvé para gestar un orden sobre ese caos primigenio. 
En la segunda cita del evangelio según el apóstol Juan, se refuerza el poder divino de la palabra al remarcar “el verbo era con Dios”. Si bien, el Dios del pueblo hebreo y el del pueblo católico, tiene una marcada tendencia masculina, en el relato Efik, la que porta el don de la palabra es Atai, el rostro femenino de la divinidad.

Si analizamos simbólicamente a la palabra encontraremos que la misma está relacionada con la capacidad creadora (la creatividad, las ideas), la razón, la inteligencia.

La palabra es mente; y la mente, en el concepto hindú del universo, es materia sutil; y la materia, sea en el estado que sea, representa la energía femenina.

La palabra es un don femenino a nivel simbólico. Entonces pienso: el verbo, ¿será la mitad femenina del Dios Bíblico?

Llegando al final del relato Atai le pide a Abasi, que coloque a la humanidad en la tierra, para que los mismos enciendan fuego y así se logre calentar al cielo.

Me gustaría retomar las citas bíblicas nuevamente.

En el Génesis tenemos: Divinidad, Creación, Palabra y luego Luz. En el Evangelio según el apóstol Juan, aparece: el Verbo y la Divinidad, luego la Creación y luego la Luz. En el relato Efik de cómo el mundo fue poblado, encontramos: Divinidad (Abasi), Creación, Verbo o palabra (Atai), Luz (fuego). ¿Refuerza esta similitud la idea de que el verbo de Dios, que es parte de él, es energía femenina?

En el pedido que la Diosa realiza se observa una clara relación entre la humanidad y el fuego, y cuando pienso en la suma de ambos, lo relaciono de forma automática con el mito de Prometeo.

Prometeo era, en la mitología griega, un Titan. Él poseía un inmenso aprecio por la humanidad, a tal punto que enseñó las ciencias y las artes, y fue debido a una travesura que este ser preolímpico le jugo a Zeus que los hombres vieron como el fuego les era arrebatado por el Dios en su furia por castigar a Prometeo.

El titan, no tolerando semejante ultraje al desarrollo de la humanidad, roba el fuego sagrado de los dioses y se los entrega. Debido a este acto Zeus, da por castigo a Prometeo una pena terrible donde un águila le devora el hígado, el cual vuelve a regenerarse una y otra vez. Pero no te preocupes por Prometeo, porque se cuenta que logra la libertad a través del sacrificio del centauro Quirón y que Heracles le corta las cadenas donde estaba prisionero. 

Prometeo y su fuego nos presentan el primer simbolismo que le atribuimos al elemento: el de la inteligencia y la razón, como una herramienta que nos permite gobernar nuestros instintos primitivos en pos de nuestro desarrollo como seres humanos. Pero también nos está diciendo, al robar el fuego divino y entregárselo a la humanidad, que los seres humanos y los dioses están más próximos: son similares los unos a los otros.

Prometeo simboliza el advenimiento de la conciencia: nos trae la luz, que alumbra las tinieblas. 

El nombre del titan significa el pensamiento previsor, la capacidad de dudar, planificar, especular; funciones de nuestra mente que nos han permitido desarrollarnos como especie. Aunque, por ejemplo, para la filosofía Yoga y Vedanta advaita de la India, este aspecto de la mente es el que nos aleja de la verdad, también es gracias a ella que podemos alcanzar las metas buscadas por dichas filosofías.  

Dentro del los pueblos Pemon de Venezuela (Taurepan, Arekuna y Kamarakoto), existe una hermosa historia de como se produjo el robo, por parte de la humanidad, del fuego de los dioses. 

La historia narra que fue robado gracias al valor de un hombre y la compañía de una estrella, donde esta pequeña tomo sobre si la llama y ayudo a aquel valiente que quería sustraer de la oscuridad a su tribu. 

Para los pueblos que son llamados Pemones el fuego, como para los griegos, fue robado a los dioses. Pero en este caso con la ayuda de una estrella.

Vamos a adentrarnos un poco en el simbolismo de la estrella.


Este brillante astro que ha inspirado el alma de la humanidad, simboliza la lucha entre las fuerzas espirituales en la psique humana. La luz que brilla para derrotar a las tinieblas. Es el símbolo del espíritu y el conflicto entre las fuerzas del bien y del mal. 

Cuando el joven Pemon decide sustraer las tinieblas de su pueblo y va en busca del fuego divino, la estrella desciende de los cielos para ir en su auxilio. Su presencia refuerza la imagen de la conciencia que lucha contra los instintos mas primitivos de nuestra naturaleza.

Pero aquí, en el relato Pemon, la estrella toma sobre si la llama divina y colabora para poder transportarla.

La imagen de la estrella flameante es símbolo del universo en expansión.  

El fuego es, como la estrella flameante, considerado como la chispa divina, la energía que da movimiento a todo cuanto existe.

Dentro de la escuela Smakhya de la India, se habla de que el todo está compuesto de dos realidades ultimas: Purusha (espíritu - energía) y Prakriti (materia). Ambos se necesitan mutuamente para que la vida sea, ya que sin Prakriti, Purusha no puede existir, y sin Purusha, Prakriti no puede desarrollarse ya que carece de espíritu, es decir, de energía.

Hasta aquí llego a la conclusión de que el fuego, es inteligencia, razón, energía que mueve y da vida, chispa divina, pero ¿por qué Atai y Abasi necesitarían de los hombres para hacer el fuego y darle calor al cielo?

Pensé en frío y en fuego y mi mente viajo hacia tierras nórdicas.

Thor y su martillo mjolnir.

Thor es hijo del Dios Odín (quien representa a la sabiduría) y Jord (la tierra primigenia). Él es el Dios guardián del Midgard (el mundo que habitan los seres humanos) y es el portador del rayo.

Vamos a dejar un rato a Thor y vamos a viajar nuevamente a la India.

Para los hindúes existen tres tipos de fuegos; el fuego celeste, representado en el Dios Surya (el Sol); El fuego terreno, manifestado en el Dios Agni (el dios del fuego); y el fuego intermedio, encarnado en el rayo portado por el dios de los cielos Indra.

El rayo, entonces, es un tipo de fuego, y uno que une al cielo con la tierra.

Aquí reluce otro símbolo y/o función del fuego, en la que este es visto como un mensajero (unión del cielo y la tierra). Esta idea simbólica, del fuego como mensajero se refuerza, en el hecho de que Agni (fuego terreno) es el mensajero que toma los cuerpos de los difuntos para llevarlos al reino de los cielos y en la aparición de Yahvé como zarza ardiente para comunicarse con Moisés. De hecho, Job señala que la voz de su Dios es como un trueno acompañado de rayos.

Pero ahora vamos a retomar nuestra atención sobre Thor, quien además de poseer un tipo de fuego, también posee el temperamento que se le asocia al elemento (enérgico; belicoso; iracundo; aguerrido), quien es, y aquí es a donde quería llegar, el enemigo declarado de los malvados y temibles gigantes de la escharcha.

Los Gigantes de la escarcha son señalados en los textos nórdicos, como entes malévolos y temibles. Una raza de seres innatamente malvados. Los gigantes simbólicamente representan las fuerzas primordiales y bestiales de la naturaleza, mientras que el frio, la escarcha, tiene una relación con la muerte y la inercia.

En Thor y los gigantes de la escarcha se observa la lucha entre el frio (la inacción, la muerte) y el fuego (el movimiento, la vida).

Entonces el fuego, es vida, es inteligencia, es razón, es energía, es movimiento y es un agente de transformación, transmutación, esto último se puede observar tanto en la leyenda del ave fénix, como en los textos bíblicos, ya que la luz, que entiendo como un sinónimo del fuego, es lo primero que aparece para ordenar el caos y es lo que resplandece en las tinieblas.

Entonces si el cielo de Abasi y Atai esta frio, para estar vivo o en movimiento necesita del fuego que los seres humanos encienden en la tierra.

¿Nos quiere decir el relato qué los dioses necesitan del “fuego” de los seres humanos para continuar con su existencia?

Retomo la cita del Evangelio según el apóstol Juan 1-4: “En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.”.

El apóstol Juan, el filósofo Samkhya y su Purusha, Prometeo y el fuego divino, como Thor y su lucha contra los gigantes de la escarcha, nos recuerdan que la chispa divina es la vida que hace que todo sea lo que es. Pero en el relato Efik, como en el mito griego y en el fragmento cristiano, esa luz, esa chispa divina, ese fuego, tienen una relación directa con la humanidad. Los Dioses y los seres humanos pasan a tener una relación de naturaleza similar e incluso necesaria. En el relato Efik ya no son los seres humanos quienes necesitan la chispa divina para existir, para alcanzar la inteligencia y la comprensión; son los Dioses quienes necesitan de la chispa de la humanidad para calentarse, para estar vivos.

No me olvido, al realizar este análisis simbólico, que mi pasión (o fuego) por las historias es aquello que me define y me identifica y que quizá, estos gustos y anhelos, me hicieron arribar a conclusiones más bien propias a mis fines personales.

Pienso en los pueblos originarios Australianos, y en su Tiempo del sueño. Ese lugar del que todo surge, muy parecido al concepto del cuerpo sutil, que es una realidad paralela a la nuestra. Mediante las artes podemos llegar a aquel tiempo, distinto del nuestro, pero profundamente ligado ya que todo lo que en él se suceda, repercutirá automáticamente en nosotros. Una de las formas que las tribus Australianas tienen de mantener vivo al tiempo del sueño es narrando sus historias.

Si el fuego es un agente de vida, es la chispa, la inteligencia y la razón, creo que el fuego de los hombres es la capacidad de contar las historias de sus Dioses, para darles calor, vida y poder. El fuego está íntimamente ligado a la palabra, don divino que también nos han otorgado.


Creo que la historia de Abasi y Atai vino a darme un mensaje, vino a pedirme ser contada para que ellos puedan aparecer nuevamente en el tiempo del sueño, tomar el plano sutil y ejercer su danza tan particular.

Abasi y Atai son la doble cara de tantos rostros divinos y seres maravillosos que vienen a enseñarnos el poder asombroso que habita en nuestra humanidad.

Dice el I-Ching:

"Todo lo que expande luz en el mundo, depende de algo a lo cual estar adherido para poder alumbrar de un modo duradero".

Desde que nacemos en este mundo nos vemos enfrentados a la lucha constante entre las tinieblas de nuestra mente y la anhelosa luz divina. 

Realmente comenzamos a vivir en el instante mismo que comprendemos que en nuestro ser esplende el fuego divino.

Pero para ello debemos despertar del egoísmo, el narcisismo, la soberbia, el odio; poner fin a la ignorancia.  

¿Cómo hacerlo?

A través del conocimiento y las enseñanzas que nos brindan las historias de nuestros amados Dioses.



Cornejo Florencia




Bibliografía

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